Última de las 6 inteligencias que desarrollamos desde aquel artículo titulado “La inteligencia (intra)emprendedora” y que gracias a vuestras citas y apoyos sigue todavía en boga en redes sociales, medios, foros… etc. Sin duda, otro de los que han contribuido a que lleguemos a tener 1 millón de lectores en este 2012. Muchas gracias a vosotros, los seguidores que lo hacéis posible.

Así, definíamos Inteligencia decisoria: El culmen de las cinco anteriores: Crear un ambiente en el que las decisiones se tomen de manera correcta. Aprender a decidir de manera justa, equilibrada, equitativa y con inteligencia. De poco me vale acumular conocimiento si luego no aplico una correcta toma de decisiones, los resultados serán desastrosas.

Es la “inteligencia metódica”, porque para mí  se trata de una manera de ser en la empresa… y también en la vida. Es realmente un método de cómo hacer las cosas y abarca todos los aspectos de la gestión empresarial. Es transversal en todas las disciplinas ya que como habéis visto en esta serie hemos tocado aspectos operativos, técnicos, comerciales, de marketing, de RR HH , estratégicos…. etc. Pues bien, esta inteligencia se debe aplicar a todos  estos aspectos, porque en todos ellos debemos de tomar decisiones.

En este punto permitidme dedicar este artículo a mi profesor en la IESE Business school, Miguel Ariño, una eminencia en lo que a este punto se trata, y del que he aprendido mucho y de quien aspiro a seguir aprendiendo desde charlas, libros y también desde  su blog que os recomiendo sigáis.

Ahora os lanzo una serie de puntos sobre los que pensar. Como siempre,   no son todos, pero sí son los que creemos innegociables que debes dominar para que tu empresa destaque en la lista de las firmas orientadas a desarrollar la capacidad emprendedora corporativa:

i) Saber manejar la cognición rápida: Saber manejar “la primera impresión”, tanto positiva como negativa. Siempre decimos que sólo tenemos una oportunidad para dar una buena primera impresión. Es verdad, por eso hay que ser muy cuidadoso cuando un colaborador presenta una nueva iniciativa y no vemos su utilidad. En ese momento puedes arruinar la generación de un nuevo (intra)emprendedor.

Una vez me comentaba un empresario “de cuna” de una empresa familiar cómo su último gran producto, una estrella en el mercado, había salido de la idea de un colaborador a quien se arrepentía de cómo le había tratado en las dos ideas anteriores que había presentado al comité de dirección: -“Si yo hubiese sido él –me decía- no hubiese presentado ni la segunda ni la tercera idea, con lo que hubiésemos perdido una gran oportunidad”.

Realmente, no conocemos de dónde surgen nuestras primeras impresiones de manera exacta, pero sí que afectan a nuestro cerebro reptiliano, al  más “animal” , la parte menos racional. Hay sutiles influencias, inconsciencias,… que nos aconsejan saber dominar (tanto para decidir que sí como para decidir que no).

ii) Capacidad de crear una “historia de las cosas en la empresa”:  Steve Jobs dijo en su famoso discurso a los alumnos de Stamford que era muy importante “unir los puntos de vuestra vida hacia atrás”. Este aspecto es muy importante a la hora de desarrollar la  capacidad emprendedora corporativa de nuestras empresas, porque en las decisiones que vamos tomando en nuestro día a día vamos creando un camino en el que vamos echando miguitas como el cuento de Pulgarcito.

Pensar, conocer, saber aplicar dónde y cómo dejamos aquellas “miguitas” es capital para crear nuevas líneas de negocio, nuevos modos de hacer las cosas…. El lo sabía bien, cuando en Apple visualizaron la unión de una pantalla táctil y una computadora, la dejaron en reposar y siguieron su camino..… Fue el germen de dos proyectos brutales: el Iphone y el Ipad.

En realidad lo que vamos creando entre todas las decisiones que tomamos todos los días es un “acervo” de nuestra empresa, que no es otra cosa que activos dentro de su balance. Es muy importante conocer dónde, cómo y por qué  hemos ido poniendo todas las “miguitas”, para, en el momento que menos nos esperemos, poder utilizarlas en la creación de una nueva línea de negocio, producto,… etc.

iii) Nunca perseverar en la mentira: Independientemente que somos especialistas en el “autoengaño”, en pensar que nosotros hacemos las cosas mal no por nuestra culpa, sino por la del entorno, circunstancias, los demás.. .que también es una forma de mentirnos a nosotros  mismos, la mentira en nuestras empresas – así como en nuestra sociedad- es un cáncer que debemos ayudar a erradicar entre todos. Y mal está que caigamos en la mentira, lo cual es un pecado muy feo primeramente porque es un insulto a la inteligencia del que la recibe, pero lo peor es que perseveremos en la misma. Seguir tomando decisiones sobre una primera decisión basada en una mentira es algo imperdonable y que, sin duda generará en una hecatombe para nuestras cuentas de resultados.

Porque los que estamos en la empresa sabemos que es muy fácil mentir, donde más fácil lo tenemos es en la contabilidad, y no quiero apuntar a nadie, que de sobra conocemos todos múltiples ejemplos. Yo una vez, considerando un negocio con un gerente de segunda generación, me quedé de piedra cuando, al tratar su activo circulante en el punto de las existencias simplemente dijo: -“… bueno en este punto hemos hinchado los volúmenes, total lo hace todo el mundo..”.

iv) Hazlo…o no: En mis presentaciones y ponencias me gusta decir que la primera decisión que toma un (intra)emprendedor es que se decide a abordar precisamente la iniciativa emprendedora. Es el primer paso de todo lo que vendrá después, desvelos, éxitos, fracasos, miedos, cosas buenas o no tan buenas para la humanidad…. Y todo depende de la toma de la primera decisión…. ¿Es o no es capital que tú y tu gente seáis capaces de decidir bien?.

En este punto, lo que quiero decir es que en la vida podemos pecar de exceso o de omisión. En definitiva, la primera decisión que tenemos que tomar correctamente es circunstancial: el cuándo. Una situación (sobrevenida o no) necesitará que hagamos algo o no hagamos nada y a partir de cada disyuntiva, iremos viendo y decidiendo, pero la primera decisión es movernos o no.

La Segunda Guerra Mundial empieza en 1939, hasta 1941 la decisión del presidente de Usa fue “estarse quieto” y no entrar en la contienda. Mantener ese statu quo ya era una decisión que tenía sus circunstancias, implicaciones….. ¿Decidió bien? A la vista de que más tarde tuvo que entrar en la contienda, quizá pudo haber evitado años de conflicto, el desastre de Pearl Harbor… ahora parece claro que no fue la mejor de sus decisiones, a pesar de que luego ganó de manera triunfal.

Todo ello, para tí líder que  tienes en tu mano gestionarlo, lo resumiría en que no es importante haber llegado a buen puerto tras tomar una decisión, sino ser consciente de los métodos, criterios y premisas que se han utilizado  para ello y que esto se hace de manera científica y no “de chiripa”, merece la pena, acepta el reto.  Nos va mucho en ello.

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