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Los medios de comunicación han creado una imagen, un estereotipo, en realidad de lo que nuestra sociedad contemporánea entiende por emprendedor. Así, a los actuales estudiantes, cuando se les pregunta por este concepto, siempre acuden a los tópicos: inventar algo en el garage de la casa de tus padres, visionarios, triunfadores, millonarios, pioneros de Internet o algo relacionado con las nuevas tecnologías… etc. En muchos casos es así, pero en otros….

Yo hoy quiero ayudar a desmitificar esta visión y enumerar los riesgos que corre tanto el emprendedor al uso como el emprendedor de dentro de nuestras organizaciones – el intraemprendedor-, al que, como sabéis los que nos seguís en nuestra web nosotros damos una importancia capital para salir de esta crisis. Es, ya lo advierto, la parte menos “glamourosa” de este concepto, pero es importante ser consciente de los riesgos que tomamos. No son todos, pero es un buen resumen para empezar el que tocaremos hoy y la semana que viene.

 

El riesgo “cero”, antes de empezar, el primer estadio, hace referencia al entorno más inmediato. Antes de plantear nada en la empresa, está la familia. Los cambios que entren en la vida a raíz de la iniciativa (intra)emprendedora que vaya a afrontar nuestro “héroe” deben de estar acorde a sus necesidades familiares ( económicas, emocionales, domésticas de tiempo de dedicación, ..etc)

El primer riesgo, por orden cronológico es el de perder el estatus actual. Tanto si se tiene trabajo y quieres emprender un nuevo negocio fuera de tu organización ( y trabajar para ti creando valor para la sociedad, que no se olvide) como si quieres desarrollar una nueva línea dentro de tu organización, tendrás que dejar lo que estás haciendo actualmente y con ello tu estatus actual ( beneficios, “señority” en la empresa, puestos..) En este punto incluyo la necesidad económica, las básicas, que el (intra)emprendedor debe valorar, cuantificar y evaluar de manera muy práctica que vaya a poder seguir manteniendo.

Le sigue por cronología el riesgo de no estar suficientemente preparado. No tanto desde el punto de vista “técnico”. Aquí no incluyo al que se embarca en un proyecto que no domina. Ese punto, para nuestro análisis no lo contemplo, para nuestro ejercicio vamos a suponer que el (intra)emprendedor domina de manera “técnica” la disciplina donde se va a desarrollar. Incluyo aquí la posibilidad de no estar a la altura “mental” de todo lo que se le “viene encima” como se dice vulgarmente. Es el problema de no “poder con la presión” de jornadas maratonianas, de reveses tras cualquier esquina, de situaciones inesperadas,.. en definitiva, de una sobreexposición a las incertidumbres de todo tipo.

El tercer riesgo que quiero aflorar es el de la envidia. Con toda la intención y la crudeza lo incluyo. En nuestro país, por desgracia, la envidia es el “deporte nacional”, y el (intra)emprendedor, por desgracia no queda libre de ella, por muy necesario que sea (incluso para los envidiosos que le critican, ponen trabas…etc) y esos buscan su fracaso la mayoría de las veces para enmascarar su propia incapacidad o sus propias fobias. Es la cruz del glamour de (intra)emprender. Letal si ciega al actor principal , el (intra)emprendedor, pero muy peligroso cuando lo manejar los que están alrededor y lo traducen en envidia.

Hay más riesgos que enumeraremos en un nuevo post. Yo desde aquí debo decir que, según he escrito estas líneas, me he percatado una vez más del mérito que tienen estos nuevos héroes de nuestra sociedad, los (intra)emprendedores, que, pese a todos los problemas sobrevenidos aceptan el reto día a día buscando la creación de valor para su entorno, que no es otro que la sociedad, en definitiva todos nosotros. Gracias a todos, una vez más. Ya sólo me queda pediros a los demás que aceptéis el reto, porque nos va mucho en ello.


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