Estimado lector:

El título del artículo no es una errata, ni un problema de traducción del procesador de texto. Con este “palabro” nos queremos referir a la innovación en sentido patrio o lo que es lo mismo a la innovación en España. Una acepción que se ha puesto muy de moda, y a la que nuestras clases dirigentes quieren en muchas ocasiones aferrarse para que salgamos adelante cuando no hay respuestas por parte de nadie a los problemas cotidianos, pues se enzarzan en peleas “de salón” que no le importan al ciudadano medio.

El problema, pese a quien le pese, es que la “pobre” innovación está asolada por las costumbres y los tempos de una España que está perdiendo fuelle y donde la podredumbre moral se adentra dentro  del perímetro de una manera de hacer las cosas equivocada. Sin otorgar ni permitir que emane la  voz de las personas que sacan día a día el país adelante. No se les oye, sólo se oye a las Elites, lo mismo que en las empresas. El directivo de línea, el que conoce el negocio, los clientes, proveedores, competencia, regulación,… siempre se ve marginado por los directivos que se esconden en los corporativos que no han visto a un cliente ni en pintura y que encima se vanaglorian de ello.

Es muy fácil cargar las tintas  a los políticos actuales o a los pasados ( y hasta a los futuros). Debemos evitarlo por simplista, pero sí es cierto que un proceso de innovación encajaría en unas organizaciones políticas anquilosadas y casposas, víctimas del votante indeciso que no sabe a qué atenerse, como los empleados de nuestras empresas cuando ven que los problemas a los que ellos pueden ayudar a gestionar hunden las compañías que crean riqueza en forma de sueldos, retribución a accionistas, creación de tejido social…etc.

En forma de faraónicos proyectos, en España damos a la luz propósitos de innovación y emprendimiento, resultando ser cortos en el tiempo y de elevada repercusión, dando premios a troche y moche sin en muchos casos ni plantear un objetivo claro. Al son de una educación que ha realizado estragos con la cultura del todo vale y haciéndonos crédulos sin capacidad crítica, sus resultados son nulos. Pero esos premios van a parar a los de siempre…

Por el camino, acabamos con la investigación pública en forma del tijeretazo y nos damos de cabeza con los proyectos auspiciados por la empresa privada donde compañías –familiares o no-  están bajo el lema de:-“…aquí se hace lo que yo digo”, marcando unos niveles de innovación alineados a los de una república bananera y que no permiten que el talento que existe en los ecosistemas sociales o empresariales aflore. Y es que no les dejan manifestarse, en nuestras empresas, si no dices lo que quiere escuchar el gran jefe, date por muerto profesionalmente hablando. Resultado de esto: todos somos clones que decimos lo mismo en las maratonianas reuniones que sólo valen para glosar la figura del “gran jefe”

Tanto en las empresas como en las sociedades, la innovación acarrea éxito,  prosperidad,  “tangencialidad” y la posibilidad de ser más “largoplacistas”  a la hora de medir y modificar la realidad. Y con ello la capacidad de capear las crisis, sería  como una terapia para una economía actualmente descompuesta. Si hacemos lo que hacemos hasta ahora, la crisis será endémica, no seremos capaces de salir de ella.

Lo ideal sería que las organizaciones, las clases políticas, las empresas y en general la sociedad camináramos por una vez alineados para crear un sistema que, a modo de pila nuclear  haga posible la generación de ideas de manera constante y automática; a la altura de los países a los que se marchan las cabezas pensantes y el talento de esta nación. Lejos del sol y el turismo que no son más que otra forma de ganarse la vida, pero que no generan prosperidad  de manera sostenible.¿ O es que sólo somos capaces de hacer lo fácil? Por experiencia os decimos que no, conocemos la verdaderos empresarios que son capaces de generar nuevas líneas de negocio dentro de sus organizaciones, sólo falta que se les permita tener voz.

Debemos tender a crear sistemas micro-empresariales que fomenten la innovación, que empujen a trabajadores inmersos en una realidad innovadora, que permitan mantener el tan preciado talento y que nos hagan más flexibles ante futuras crisis, y así poder perder de vista la actual. Se trata de obtener una empresa  o sociedad adaptable como el agua, flexible como la plastilina, duradera y que aporte valor. Esa es la manera de crear sociedad, creando oportunidades para todos, y a partir de ahí que cada uno se las gane, pero no somos justos si las oportunidades sólo las tienen los “pelotas” dentro de las empresas o los “enchufados” en la vida real. ¿Os suena?

Innovación en sentido puro,o  simple innovación de productos, mercados, o social…En definitiva, dejar de parecer lo que no somos y dedicarnos a crear… es necesario. Sin falsas sintonías que lo único que enturbian son los  sistemas de mejora empresarial o social.

Innovación en sentido de mejorar y que la propia competencia imite al primero, liderazgo emprendedor, que mejore a los empleados, liderazgo laboral, que haga la empresa crecer, que mejore la sociedad y por ende el mundo. Un factor a recuperar, visión a largo plazo para sociedades y empresas: más  lejos de un beneficio inmediato y más  cerca de la RSC.

Los que más rápido se adapten a este sistema más rápido serán líderes y más fuerte crecerán y más adaptables serán ante las nuevas crisis. Mientras, los ecosistemas donde no hay biodiversidad, donde todos hacen y piensan lo mismo, tienden a desaparecer en la evolución. Las empresas y sociedades con “pensamiento único”, no pueden pervivir en el mundo, son biológicamente incompletos.

El reto está en tu mano no lo olvides, la inñovación podemos  transformarla en INNOVACION …. Estamos seguros que se puede si se quiere…. 

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